miércoles, 31 de diciembre de 2008

De los rituales...




Es curioso. Empiezo este post a las 11:12 PM del 31 de diciembre de 2008. Como es habitual, desde las 10:30 de la noche he estado frente a la computadora trabajando. Es una costumbre que cumplirá 4 o 5 años ya. Quizá pueda olvidar muchas cosas, confundir otras, recordar algunas pero la noche del 31 siempre ha sido definitoria para lo que mi memoria guarda de cada año.


Por ejemplo, en 2007, a estas mismas horas le daba el último vistazo al archivo electrónico de mi novela Rabia para enviarla en enero al editor. Ya vivía en Cholula. Lo curioso es que no puedo decir verdaderamente si era feliz o no, sólo recuerdo el furor del trabajo, la satisfacción de que algo pasaría con todas esas horas sentado frente a la computadora. Alguien lo ha definido como dicha, un estado que no es felicidad extrema, ni alegría, ni un súbito arrebato de euforia de cara sonriente. Sólo dicha (que incluso permea las desgracias, dicen).

En 2006 trabajaba en el proyecto, juntando notas sueltas, revisando apuntes, de lo que probablemente sea mi tercera novela: una historia que habla de la juventud, el éxito, y lo que hace la gente para aliviar el dolor de vivir. Vivía en mi departamento de la 31 Poniente, en un segundo piso, con dos balcones soberbios. Realmente no estaba mal.

En 2005 me forcé a trabajar (no me pregunten en qué proyecto porque ahí, en ese tiempo, la cosa era sólo trabajar, trabajar, buscar la energía para trabajar) sentado en la soledad más absoluta en mi viejo estudio de la primera (y única) casa que hemos comprado y que luego se perdió (no pregunten la subtrama). Había cenado sandwiches de atún no en un arranque de miserabilismo sino porque estaba bien comer eso esa vez. Mi perro estaba a un lado y, contra todo pronóstico, escribí algún capítulo, o quizá el final de Rabia.


En 2008 cené a las 9 de la noche pasta y un vino chileno que compré hace un año. Dos horas antes, volví a ver (otra vieja costumbre que ya no se me quitará) tres episodios de la Quinta Temporada de Sex and the city, justo cuando Carrie Bradshaw publica su libro, lo presenta y luego, Michiko Kakutani hace la primera reseña.

Ahora que la vida ha terminado subo a mi estudio. Pongo varios discos, de Soda, The Cure, Bela Fleck, y empiezo a revisar qué trabajaré para el 2009. Luego de darle un vistazo a las 100 cuartillas que llevo de la novela de la beca (tengo que entregar un avance de 45 para enero), me encuentro con aquella novela que en 2006 había organizado: La de la juventud, etc. Abro el archivo y descubro que tiene 231 cuartillas. Me encanta esta distancia en los textos que te hace pensar que alguien más los escribió y entonces puedes corregir sin compasión.
Sigo viviendo en Cholula. Sí, pienso en varias personas. Y cada una sabe exactamente lo que estoy pensando de ella en este momento.
Termino este post más que nada porque faltan 18 minutos para que inicie el 2009 y soy muy estricto con el cronograma. El ritual es que el año me encuentre trabajando. 2009 me hallará escribiendo una novela y corrigiendo otra. Nada mal.
El fantástico 2008 acabó por fin. Lo bueno del ritual de fin de año es que siempre, pase lo que pase, me recuerda con una brutalidad asombrosa que "estoy en lo más profundo de un pozo y que sólo la escritura me salvará".

lunes, 8 de diciembre de 2008

La caza del carnero salvaje


La historia es sencilla. Hace casi 5 años en los pasillos de alguna librería encontré La caza del carnero salvaje de Haruki Murakami. Esa vez no lo compré y las razones ahora no importan. La portada en la edición de Anagrama es esta:

Bueno. Pasó el tiempo y un buen día buscando información para una historia me topé con la sinopsis de esa novela. Lo que recuerdo y, ahora, acoto con las citas de la contratapa es lo siguiente: una pequeña agencia de publicidad ha publicado una "fotografía aparentemente sin importancia: un rebaño de ovejas con un ídilico fondo de montañas nevadas, y entre ellas, un carnero". El emblema de un poderoso grupo industrial es, precisamente, "el carnero de la imagen, pero éste es un animal que no puede aparecer en ninguna fotografía tomada de la realidad, porque no existe". La cuestión es que el protagonista antes de un mes debe hallar al animal y el lugar donde fue hecha la fotografía para probar que "existe".
La historia es imposible. Me explico. Lo que yo quería no era leer la novela sino escribirla. Para mí ésas son del tipo de ideas que tenía el Gabo cuando leía que alguien se levantaba convertido en un escarabajo y exclamaba: "si eso se puede hacer en literatura yo quiero hacerlo".
Me puse desesperadamente a buscar la novela. La segunda edición era de 2003 y ya no había ningún ejemplar disponible. España, Guadalajara, librerías de viejo, bibliotecas de amigos: nada. Hace un año estuve cerca de tener un ejemplar en mis manos pero se desvaneció por un problema de pareja de uno de mis mejores amigos.
Hace poco, de una manera que me hace recordar que el destino a veces se impone, lo encontré: una reimpresión de noviembre de 2007. Ahora lo estoy leyendo. Sin embargo, durante una semana experimenté el temor de que mi lectura fuera opacada por años de obsesión e imaginación. Suele suceder que alguien me cuenta una película o un libro y, al pasar por el tamiz de la narración oral y de mi imaginación, la obra real se cae.
Incluso estuve tentado a sepultar el ejemplar en mi librero y no leerlo nunca.
Creo que, para mí, es la mejor novela de Murakami. Digo, la que más se adecua a lo que yo busco.
¿A qué viene esto? A explicar la foto con la que inicia este post. Hace como un año y medio navegando por internet me topé con esa fotografía en un blog, creo, chileno o peruano. No traía más explicación que "Mirando el lago" o algo así. No sé si alguien la tomó, si es un autorretrato; ni tampoco conozco la historia subrepticia. Sólo bajé la foto y olvidé el blog. Lo único que recuerdo es que pensé: "esa es mi novela, así es, así debe ser contada". La intención era recrear lo que había sentido al ver esa imagen. Pasó una semana y empecé a imaginar una historia. Otra semana, y una de mis libretas de apuntes tenía páginas y páginas de fragmentos, de nombres de personajes, e incluso el inicio. Supe que tenía una novela porque se conectó con una intuición, un tema y un motivo que de repente encontraron su detonante.
Ahora todo eso es la novela que estoy escribiendo. Llevo 50 páginas. Ya tiene título y tengo una beca por ese proyecto. A lo que voy es que la visión de una novela y su portada me detonaron una lectura, una persecusión. Y la visión de una fotografía anónima me detonó una novela: otra persecusión. La caza del carnero gigante y la historia que ahora narro tienen un nexo basado en el azar, sí, pero ligado con mis obsesiones.
Tengo ganas de volver a meterme a la red y buscar a su autor (un chileno enamorado de una mujer, una mujer rasgada por la nostalgia, un integrante de un grupo de amigos que se fue de fin de semana a ese lago) para pedirle esa imagen para la portada de la novela. Sé que es algo sumanente cursi pero hoy hallé esa fotografía, la de la mujer frente al agua, y me devolvió la sensación que experimenté cuando concebí la novela y a la angustia cuando no encontraba por ningún lado la novela de Murakami. Esa mezcla de emoción, desesperanza, angustia, energía y la certeza de entrar de nuevo en el pozo negro e inexplorado de la creación es lo que me alejó tanto tiempo de la escritura en serio. Pero esa misma mezcla me vuelve ahora a sujetar con grilletes a la mesa.
Es curioso, la misma semana de la lectura de La caza... es la misma en que me topo de nuevo con esa imagen.
Estamos atados, lo sé. Y a pesar de nuestras propias decisiones seguimos ahí: juntos.


domingo, 7 de diciembre de 2008

"El mundo asaltado por el vacío"

En el número de diciembre de Nexos aparece esta reseña sobre Rabia: El Mundo Asaltado Por El Vacío

lunes, 24 de noviembre de 2008

Todavía no me quieres

"Es el momento en que comprenden que no son tan buenos como creían ser ni mejores de lo que soñaban ser, sino que simplemente son buenos, ya no es cuestión de fe."


Jonathan Lethem, You Don´t Love Me Yet.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Daniel Sada, XXVI Premio Herralde de novela




Daniel Sada ganó el Premio Herralde con la novela Casi nunca. "La historia habla de algo muy pudoroso, porque durante nueve años estos novios sólo se ven nueve veces y el único contacto que tienen es cuando él le besa la mano a la novia”, según Sada.


Aquí va el enlace a la página de El País donde está la noticia.


Qué se le puede decir a un hombre tan generoso que vería como una exageración cualquier elogio. Quizá sólo eso, que en este medio la generosidad se evapora facilmente y que Daniel Sada es uno de sus últimos bastiones.

Felicidades.
(La fotografía que aparece en este post es de Isaí Moreno. La tomó en La Paz, Baja California)

lunes, 29 de septiembre de 2008

Breves comentarios de Junot Díaz



Fragmentos de una entrevista publicada por Últimas noticias de Venezuela:

“Lo primero que suelta Junot Díaz es que los escritores latinoamericanos desconocen las mejores plumas norteamericanas. Es ‘el equipo suizo’ –blancos, rubios, finitos, acomodados-, el que decide lo que se leerá en estos predios, señala. (…) Por ejemplo, ‘ellos dice Paul Auster y allá Paul Auster ni es uno de los 83 escritores más importantes’. (…) 'Aquí vienen los Paul Auster, los que tú puedes invitar a tu casa y no van a hacer nada, no te van a robar nada, comen bien fino… allá los escritores que están pegando son los que tú no quieres invitar a tu casa, y no porque sean pobres o nada así o plebe, es que son peligrosos… de verdad, están tocando temas… que yo lo digo son autores fuera de control’. Para Díaz, el escritor más importante de Estados Unidos es Toni Morrison. "


Sobre escribir cuento y novela
“Ojalá que nunca escriba otro cuento, eso fue una vaina tan difícil, porque requiere una disciplina increíble… allí cada oración debe ser como una joya, yo ya no puedo, ya no tengo nervio para eso. En una novela si tú escribes un capítulo flojo está bien, el próximo lo escribes fuerte, con los cuentos tú no tienes ese espacio… lo que me encanta de la novela es que es como un partido de futbol… tienes una hora, a veces te comes los mocos, a veces tú te caes ahí, pero al final si tú puedes dar un buen gol, puedes ganar el juego…”

domingo, 14 de septiembre de 2008

Infinite jest, muere a los 46 años DFW






Hoy domingo David Foster Wallace fue hallado muerto por su esposa en California. Se ahorcó. Tenía 46.


Aquí leyendo en el aniversario número 150 de Harper's Magazine.


sábado, 13 de septiembre de 2008

martes, 19 de agosto de 2008

Writers' rooms: Adam Thirlwell




I'm surrounded, it turns out, by as many writing tools as possible: laptop, typewriter, notebooks, file cards, pens. I hadn't quite realised this multi-functional obsession. I tend to take notes on notebooks (always the same pens, the same notebooks). Some notes are copied on to file cards. At other times I just write straight on to the laptop - always distracted by my intermittent attention span and the temptations of the internet.


The Olivetti typewriter on the desk was given to me by my girlfriend. I'm still trying to improve my typing to use it properly. Its matching red case is under the table - beside another portable typewriter (black): a Remington from the 1930s, which I bought in a flea market before I'd noticed that neither the W nor the cylinder worked. The original Remington advertising claimed that it was so light a child could carry it. This isn't true.


The day bed isn't a present from my girlfriend: instead, I've appropriated it from her. I used to like marinading on it - a form of thought akin to snoozing - but at the moment it's blocked by the manuscript of a new translation of Victor Hugo's mammoth novel Les Misérables, which I'm writing about. So no snoozing, or thinking. Beside it is a tourist map of Paris, which I'm using to help plot my way out of the miserable pile of paper.


There are two loved books, both presents, on my table: the first British edition, 1947, of Vladimir Nabokov's book on Nikolai Gogol; and the first edition, published in Paris in 1929, of a collection of essays organised by Joyce on Finnegans Wake. They must represent some form of talisman, I suppose, but talismans of what, I don't quite know: my imaginary friends.


There are books all round the room on the floor because we're renting this place for a short while (which also explains the absence of pictures). But I like the improvised bareness. The books form an impromptu skirting board, its literary double. The pewter hip flask, from my sister, is empty.


Adam Thirlwell

lunes, 28 de julio de 2008

De Vértigo al blog

El periodista y crítico literario Héctor González tiene este blog.
Desde hace tiempo Héctor González ha dedicado su tiempo y su espacio en la revista Vértigo para reseñar algunas de las novelas de la generación de los setenta. Ahora ha seleccionado algunos fragmentos de sus reseñas y los incorpora a su blog.
Posteo una de las entradas donde hace alusión a esta serie de reseñas:
"Desde hace unas semanas me propuse dedicar mis horas de lecturas a los escritores mexicanos nacidos en los setenta. Llevo poco más de un mes dedicando mis columnas en Vértigo, a estos autores: Emiliano Monge, Gonzalo Soltero, Guadalupe Nettel, Jaime Mesa, Jorge Harmodio y por su puesto, la antología Grandes Éxitos de Tryno Maldonado. Anteriormente he publicado comentarios sobre libros de Vivian Abenshushan, Bernardo Esquinca, Rafael Lemus, David Miklos y Heriberto Yepez. A mi juicio son pocos los que en verdad valen la pena. Poco a poco, iré reproduciendo aquí algunos de mis comentarios. Por cierto, la 'polemiquita' con este tema que se ha visto y leído en mino foros de intelectualoides, da pena ajena."

viernes, 11 de julio de 2008

"Más libros jóvenes"

"Más libros jóvenes" dice el escritor Antonio Ortuño en su columna "El libro negro" que se publica en Milenio.
Menciona a 2008 como el año en que más autores nuevos han aparecido en las editoriales. En 7 meses 7 autores bajo sellos que van desde Sexto Piso, Tusquets, Mondadori hasta Alfaguara. Y la reaparición de otros, al menos, 4 autores. Todos de la generación de los nacidos en los 70.
¿Bueno, malo? Qué importa.
La discusión, ahora, se ha centrado en dos posturas muy características: en la de Rafael Lemus, externada en la mayoría de los ensayos, reseñas y artículos que ha publicado donde, acertadamente, señala una mediocridad latente en nuestra generación que, piensa, puede ser remediada con exigirle más a los autores "aquí y ahora" postulando la innovación y experimentación como pruebas de buena salud; y la postura de Geney Beltrán que, sobre todo, en un reciente ensayo publicado en Nexos ("No narrarás") deja claro que "la literatura 'duradera e indeleble' es la que, más allá de su técnica experimental o clasisista, asume el riesgo y se compromete a formular esas preguntas que sugieren inquisiciones de conocimiento en quienes la leen".
Yo tomaría lo mejor de ambas posturas: que sí, que impera una mediocridad letal, y que cada quien escriba como quiera y de lo que se le dé la gana pero que lo haga bien.
Pongamos, quizá, que la primera década del siglo XXI es la de tomar posiciones. Está bien, ya llegaron unos 30 autores de los 70. La primera década nos trató bien, ajá, en ella publicamos nuestras primeras obras y otros están ya a un paso de consolidarse. Digamos que en 2009 y 2010 llegarán otros y quizá cerremos la primera década con, arriesguemos, 70 autores. Lo bueno vendrá en 2011 y los siguientes 50 años. Ahí nada más que los buenos libros hablarán.
Lo demás, esto, será entonces relleno de blogs. Mientras tanto vamos a seguir inaugurando el siglo. ¡Qué lujo!

jueves, 3 de julio de 2008

"Historias para un país inexistente"

Debo decir que cuando escribí el texto: "La generación inexistente" que apareció en el suplemento "Laberinto" tenía en mente un ensayo publicado por Geney Beltrán Félix en la revista Blanco Móvil en el invierno de 2004-2005. Me entusiasmó que alguien hablara así de la literatura mexicana y, además, hablara así de Nosotros (los nacidos en los 70), ese nosotros que tan cínicamente usé en el texto de "Laberinto" y que, de entrada, era una paradoja porque, entendí, ese "Nosotros", en esta generación sólo es un "Yo" solitario.
Geney fue el primero, o de los primeros en definir un cierto espacio, un cierto tiempo y a un cierto grupo de escritores que estaban ahí, iniciando: "el principal o quizá único rasgo común a la amplia Generación de la Crisis, la No Generación de escritores nacidos a partir de finales de la década de 1960 es la constatación de que es ésta una tierra huérfana".
Con Geney nacieron mis dudas sobre el inexistente "Gran Tema Mexicano", sobre los temas que estábamos escribiendo y sobre quiénes éramos nosotros y a qué le teníamos miedo. Por supuesto que las raíces de "Generación Inexistente" tienen que ver con las ideas de "un país inexistente".
Luego vino el texto de Rafael Lemus en Quimera (aparecido también en "Confabulario"): "Aquí y ahora"; después mi texto en "Laberinto" y al final la antología de Tryno Maldonado Grandes Hits, Nueva Generación de Narradores Mexicanos, que en el prólogo arriesga otras características, otras señas de identidad. Y empezó el alboroto.
Son cuatro intentos de definirnos, de hablar de nosotros, de lo que nos preocupa, ante la catarata de libros de los "nacidos en los 70". Pero, todo ese interés, hay que decirlo, provino de uno de los mejores ensayistas (por ahorrarnos los problemas que sería decir "el mejor") de la generación: Geney Beltrán.
Todo lo que acabo de escribir es pertinente porque Geney acaba de recuperar en su blog el ensayo iniciático de las últimas discusiones, de las últimas reflexiones sobre la literatura mexicana escrita por el "relevo".
Habría que pensar que falta una cuña: que algún autor serio de una generación anterior revise esta nueva cartografía, que los cuatro hemos propuesto, y diga su punto de vista.
Celebro la vuelta al blog de ese ensayo de Geney y pongo el link para que vuelva a leerse: "Historias para un país inexistente".

lunes, 30 de junio de 2008

"Como se olvida todo en París"

El 22 de enero de 1930 Iréne Némirovsky, luego de la publicación de David Golder, su primera novela, y del tremendo éxito que siguió, le escribió a una amiga lo siguiente:
"¿Cómo se le ocurre suponer que pueda olvidarme de mis viejas amigas a causa de un libro del que se hablará durante quince días y que será olvidado con la misma rapidez, como se olvida todo en París?"

viernes, 27 de junio de 2008

"Estamos tan enfermos de lo mismo"

El 26 de junio de 2008 el novelista Jorge Harmodio escribió esto en su blog:

"Extractos del blog de Azorín (intitulado El Escritor): 'El estilo es una cosa y el tono es otra. El estilo puede ser correcto y el tono inadecuado. ¿De qué modo se consigue el tono en el libro? Nadie podrá decirlo. / Goethe es quien señala como distintivo inconfundible del artista esa cualidad: la inquietud [...] El estilo es la fuerza vital. Hay escritores que creen que tienen estilo y no tienen fuerza vital. No son, por lo tanto, escritores. Nos dan una vida ficticia. Nada que no sea vivo puede perdurar. [...] Del libro de Dávila, descartada la virulencia, quedaba lo que debía quedar: una afirmación de vida, un alarde de fuerza [...] Hay dos clases de nombradías: las hay horizontales y las hay verticales. Las hay en extensión y las hay en profundidad. ¿Cuál será la de Dávila? Los que gozan nombradía en extensión ven su nombre y sus obras aplaudidos por todos [...] Los que gozan de la nombradía en profundidad apenas y la gozan. El área de su prestigio es muy corta. Han de sobreponerse a sí mismos, a sus desalientos, a sus caídas, para proseguir en su obra. El público los ignora. Aun la crítica independiente los discute. En cambio, si no gozan de un extenso público ahora, su obra irá perforando el tiempo profundamente y pasará cada vez más estimada, de generación en generación. ¿Cuál será el prestigio de Dávila y el destino de su obra?'
Nombradía: un plato de lentejas. Tras publicar su primera novela, Hiponarciso adquirió alas editoriales y voló el icariano vuelo del ego: quince minutos: Ícaro.Warhol: vuelo que no da nada: peor es la caída: el regreso a la realidad: me tomó un mes dejar de buscarme en google, dejar de yuxtaponer Musofobia y Harmodio para embarrar un par de pupilas enfermas en lo que se dice de mí: cortesano perfecto para tan poca nombradía disponible. ¿Quiénes son mis Dávilas? Jaime Mesa (Rabia), Vicente Alfonso (Partitura para mujer muerta), autores de novelas que salieron al mismo tiempo que la mía: novelas que comparten la pista de galgos con Musofobia: estúpida carrera en pos de ese pan bendito de los escritores: la nombradía: ¿quién pasará primero la aduana de Rafael Lemus, por qué Rabia lleva tres semanas entre las más vendidas y no Musofobia, por qué Vicente Alfonso tiene más hits en google que Jorge Harmodio? / Así se te van las horas, desperdiciándote con el ratón en la mano y los ojos colgados de esos guarismos del google de los que pende y depende tu existencia: google es tu fetiche medidor de nombradía. / Y afuera la realidad: el trabajo: un sistema de resumen automático que avanza a trompicones, una campaña de evaluación donde tu sistema de resumen correrá otra carrera de galgos (ésta científica: aunque la monombradía se vista de ciencia, monombradía se queda), ésta en pos de otras estadísticas, de otros podios todavía más lejanos: aquí el premio es el pan de cada día. / No escribes, apenas trabajas: finges. El contrato se acaba en noviembre y el desempleo te tiene muerto de miedo. La publicación se acabó en mayo y retomar la pluma te tiene muerto de miedo. El posible regreso a México te tiene muerto de miedo. Y a tu lado sientes la estela de los galgos que te rebasan: el premio es un plato de lentejas."

miércoles, 25 de junio de 2008

Coda/alka-seltzer

Dice Rodrigo Fresán: "Cualquiera que frecuente las páginas o pantallas del periódico inglés The Guardian sonreirá cómplice si se pronuncian las palabras The Digested Read. Porque The Digested Read es la columna que heredó John Crace y que John Crace ha hecho famosa con su sabia y juguetona y talentosa y flemática maldad."
Aquí una selección de Fresán de las codas que escribe Crace en sus controvertidos trabajos de crítica literaria:
* El Triunfo del estilo sobre la sustancia (Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro).
* Mc Cruel nos ofrece una McCajita Feliz (Sábado, Ian McEwan).
* Brillantemente escrito, altamente selectivo y episódico retrato de una vida pensada pero apenas sentida (Experiencia, de Martin Amis).
* Las respuestas siguen flotando en el viento (Crónicas, Bob Dylan).
* Una historia moderadamente lograda con básica habilidad (Una historia conmovedora, asombrosa y genial, Dave Eggers)
* Tan irritante, tan pretencioso (Tan fuerte, tan cerca, Jonathan Safran Foer).
* Un paseo por Manhattan tan mortal para nosotros como para el protagonista (Cosmópolis, Don DeLillo).

sábado, 21 de junio de 2008

"¿De dónde viene la nueva literatura latinoamericana?"

“La respuesta es sencillísima. Viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma bastante comprensible) miedo de trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, que sólo encubre al miedo.”
Roberto Bolaño

martes, 17 de junio de 2008

"Ya no voy a trabajar"

El 15 de junio Gonzalo Soltero posteó un comentario y un link a la página de Carlos González Muñiz quien, entre otras cosas, lleva "heroicamente a La Cifra, editorial independiente que ha lanzado textos tan buenos como Las sombras errantes de Pascal Quignard y Máquina Hamlet de Heiner Müller".

Es digno de leerse, sobre todo para aquellos que por estos días estén pensando dejar sus trabajos.

viernes, 6 de junio de 2008

Definición inexistente

El martes 27 de mayo de 2008 el periódico El Universal, en un llamado de portadilla, arriesga una definición de la generación inexistente:
CULTURA:
Lea cómo es la generación de los 70. Conozca la llamada Generación de Escritores Inexistente. Está integrada por escritores en el proceso de construcción de su obra. Ellos buscan la presencia de lo inexistente. Son una camada de nacidos entre 1970 y 1979, con más diferencias que coincidencias. Esos jóvenes que escriben desde la rebeldía y la radicalidad, que prueban todos los géneros literarios con temas donde el humano establece nexos con la comunidad ante los cambios globales, no tienen un padre tutelar; ven a México con desconfianza, cinismo y sarcasmo y ha decidido publicar desde la periferia.

martes, 3 de junio de 2008

"No creo en generaciones"

Así tituló el ensayista y académico Ignacio Sánchez Prado un texto publicado en su blog el 2 de junio de 2008.
Por su pertinencia lo posteo aquí:
No creo en generaciones
Al haber nacido en 1979, me corresponde el dudoso honor de estar en la retaguardia cronológica de esa entidad que en los medios literarios se ha dado en llamar la "generación inexistente" o la "generación de los setenta".
Esta generación ya ha sido objeto de diversos artículos críticos, incluidas muchas personas cuyo trabajo siempre leo con interés, entre ellos algunos de los narradores y críticos más brillantes: Rafael Lemus, Tryno Maldonado, Geney Beltrán y Jaime Mesa, por mencionar sólo aquellos cuyo trabajo he admirado. Como al parecer esta generación, pese a estar poblada por muchos y muy notables poetas y ensayistas, se comienza a consagrar en la narrativa, ha emergido ya una antología de cuentistas elegidos con un sistema de delegados y recomendaciones que por un motivo raro me recordó el procedimiento del Congreso en su elección de consejeros del IFE o de los interlocutores en el debate petrolero. Y ciertamente existen narradores de primerísimo nivel: Bernardo Fernández es, sin duda, uno de los talentos literarios más interesantes de México en los últimos veinte años, Alain-Paul Mallard uno de esos escritores raros y brillantes de la estirpe de Efrén Hernández y Francisco Tario y Guadalupe Nettel una escritora que parece desmarcarse decisivamente de los encasillamientos de género que han plagado a la literatura mexicana. También existen algunos fenómenos criticables que se han detectado. Rafael Lemus ha señalado con razón la dificultad que tienen muchos escritores identificados con la traída y llevada "generación" en escribir convincentemente sobre México. A esto agregaría además que existe un trabajo todavía sobrado con la prosa y un afán experimentador que rebasa todavía la arquitectura novelística. Pienso, por ejemplo, en Musofobia, donde el claro talento de Jorge Harmodio se ahoga en cierto exceso de la forma.
Una vez hecho este análisis, creo necesario enfatizar lo que me parece el problema más importante de todo esto, lo cual se puede resumir en una pregunta: ¿Cuál generación? Mejor dicho, me parece sumamente cuestionable que sigamos usando un concepto tan anacrónico como generación.
La popularización de este concepto en la historiografía literaria latinoamericana vía Ortega y Gasset, sumado a la formación de grupos culturales definidos por el término (como el 98, el 27 o los Contemporáneos mismo), perteneció a una cartografía cultural radicalmente distinta a la actual. Cuando Jorge Cuesta y compañía publican un manifiesto generacional como la Antología de poesía mexicana moderna existía un sentido de operación cultural que el concepto actual, mera categoría cronológica, no transmite.
Aunque ha tenido larga vida, me parece que la validez de la idea de generación, sea en términos de los 15 años orteguianos o la clasificación en décadas preservada por antologías como Dispersión multitudinaria o Grandes Hits, murió con la publicación de Las corrientes literarias en la América Hispánica de Pedro Henríquez Ureña, cuyo enfoque sociohistórico planteó otro tipo de entendimientos en la literatura. En esta vena, creo cada vez más que, en la línea inaugurada por el maestro dominicano, deberíamos pensar más en términos de genealogías que de generación.
Ciertamente, aparte de la fecha de nacimiento, no veo ningún punto en común entre, por ejemplo, la gozosa narrativa de José Ramón Ruisánchez, la policiaca de Martín Solares y la exquisitez cosmopolita de Alain-Paul Mallard o Ximena Sánchez Echenique. Sin embargo, si pensáramos en términos de tradiciones de la literatura mexicana, sería interesante pensar a Ruisánchez de manera paralela a otros humoristas como Hinojosa o de los momentos más experimentales de la Onda; a Solares como descendiente de la tradición de la novela negra y estricto contemporáneo de Juan José Rodríguez; a Mallard con las tradiciones más oscuras del modernismo mexicano o a Sánchez Echenique como una visión externa de la narrativa personalista de la narrativa femenina de los ochenta. Esto, creo, haría más justicia a los autores.
Asimismo, me parece muy claro que la existencia y reproducción de la idea de "generación" se debe a varios vicios culturales que urge desterrar de la literatura mexicana.
Listo algunos:
1. La necesidad de encasillar escritores en una jerarquía cultural donde el seniority adquiere demasiado peso.
2. El intento de entrar en una noción de "escritor mexicano" que ya no es operativa. Tenía sentido ser una "generación" cuando se dirimía si el derrotero de la narrativa mexicana debía ser la "Onda" o la "escritura". Con la gran variedad de producciones legitimadas en la escritura mexicana de nuestros días, estas coincidencias y divergencias carecen de sentido.
3. La noción de "generación" es proclive a intentos de consagración que, como Grandes Hits opera más sobre consideraciones institucionales que literarias. Si el libro fuera representante de una visión idiosincrática de la nueva escritura mexicana tendría una legitimidad mayor que en su encarnación actual de definidor de lo "más representativo" de la generación.
4. Relacionado a lo anterior, todo debate sobre una generación deriva en dos cosas: una anodina pelea en torno a las inclusiones y exclusiones de las distintas listas y una definición arbitraria de características en común que varía de manera caprichosa en función a lo que el crítico en turno a leído.
5. Last but not least, la noción de "generación" tiende a privilegiar un género sobre otro. La ausencia de la poesia en el debate actual y del ensayo y el teatro en prácticamente cualquier debate deja claro este punto.
En fin, espero que algún día los críticos literarios y los escritores superemos la etapa oral de las "generaciones" y empecemos a pensar más en serio las nuevas literaturas mexicanas.

jueves, 29 de mayo de 2008

Generación de los 70's, "inexistentes" en busca de presencia

Yanet Aguilar Sosa
El Universal
Miércoles 28 de mayo de 2008
Se trata de escritores treintañeros que no quieren identidad de grupo, sino una literatura propia arraigada en un carácter marginal.


La llaman la Generación Inexistente porque los escritores que la integran están en el proceso de construcción de su obra: varios de ellos han publicado en editoriales comerciales y algunos son reconocidos por autores mayores. Son una camada de nacidos entre 1970 y 1979, con más diferencias que coincidencias.

Rebeldes con causa
Esos jóvenes que escriben desde la rebeldía y la radicalidad, que prueban todos los géneros literarios con temas donde el humano establece nexos con la comunidad ante los cambios globales, no tienen un padre tutelar; ven a México con desconfianza, cinismo y sarcasmo y ha decidido publicar desde la periferia. En los últimos años varios de esos escritores se hicieron “atractivos” para las editoriales comerciales y, al respecto, Almadía acaba de publicar la antología Grandes hits. Nueva generación de narradores mexicanos.

En busca de un lugar en las letras
Sin embargo, aún les falta probar que son una verdadera generación de la que podría salir el o los autores que se incorporen a la tradición de la literatura mexicana. A ese grupo Jaime Mesa lo llama la Generación Inexistente; por su parte, Rafael Lemus le exige: “Escribir aquí y ahora: no puede pedirse algo más elevado a los nuevos narradores mexicanos”. Mesa asegura que el interés de las editoriales comerciales por publicar a esos narradores responde a una estrategia y que eso no garantiza su permanencia en las letras.
Tryno Maldonado, editor de la antología, dice que el grupo pretende mirar a México y a la tradición desde afuera, casi desde el limbo con una perspectiva paródica y boicoteados desde su propio interior. “Es una literatura despojada de ideologías y patriotismos impostados, pero que no pretende hacerse pasar por cosmopolita o universal”.

Taxonomías arbitrarias
La escritora Margo Glantz, que fue uno de los narradores que ayudaron a elegir los 19 autores de Grandes hits, señala que las generaciones son siempre arbitrarias, la única seguridad es la fecha de nacimiento. “Tienen la vigencia de ciertos acontecimientos históricos, de algunos cambios y cierta sensibilidad; eso no quiere decir que ya formen una verdadera generación de escritores porque hay gente que surge y luego se acaba. Hay que considerar que la recepción literaria está sujeta a la veleidad cultural”.

En espera del juicio de la historia
Aún cuando el crítico literario Adrián Curiel Rivera considera muy temprano hablar de una generación que marcará la literatura, Maldonado dice que la riqueza de temas, estéticas y formas, características de su generación no pasan por el centro del país.
“Ya no es como en otras generaciones, por ejemplo, la de medio siglo en la que aunque fueras de Xalapa como Pitol, de Veracruz como Juan Vicente Mello o de Yucatán como Juan García Ponce, todos tuvieron que pasar por el centro para ser visibles para las editoriales”.

Ver a México desde fuera
A la dispersión temática que les caracteriza se suma el que, contrario a los autores de la generación del Crack —quienes omitían a México en su obra—, la generación de los 70 habla de México, pero con desconfianza: abordan los clichés de lo que pretendidamente es la identidad nacional desde formas paródicas, excépticas y desencantadas.
Dice Maldonado que emprenden la identidad nacional hacia afuera “al enviar una especie de resonancia hacia otras tradiciones, países y géneros como el cine y la música pop”.
No obstante, a los 19 autores reunidos en la antología, entre los que destacan Antonio Ortuño, Guadalupe Nettel, Alejandra Maldonado, Eduardo Montagner, David Miklos, Ximena Sánchez Echenique, Martín Solares y Heriberto Yépez, les falta probarse frente al tiempo.
Lo confirma Adrián Curiel: “es difícil precisar si una producción tan fresca tiene algún aporte o va a tener alguna trascendencia hacia futuro; incluso para la generación anterior, la de los escritores de mi edad”.

domingo, 25 de mayo de 2008

Conexión

"De eso se trata la frágil conexión entre los hombres; esos hilos que te jalan hacia un centro, hacia la confluencia de otras fuerzas que te dicen que perteneces a algo más grande y perpetuo aunque te sientas terriblemente solo."

sábado, 24 de mayo de 2008

El malogrado

"La verdad es que no hay nada más espantoso que ver a una persona que es tan grandiosa que su grandeza nos aniquila, y tenemos que ver y soportar ese proceso y al fin y al cabo aceptarlo también, cuando, realmente, no creemos en ese proceso, no creemos aún mucho tiempo después de que se nos haya convertido en una realidad incontrovertible, pensé, cuando ya es demasiado tarde para nosotros."
Thomas Bernhard

Extremos

¿Qué hace a un hombre, en el tramo final de su existencia, reflexionar sobre el motor vital del erotismo? ¿Qué hace a otro, en el arranque de su vida productiva, cavilar sobre el final?
Vicente Alfonso
(Tomado del blog "El síndrome de Esquilo")

miércoles, 21 de mayo de 2008

Rabia en "Reforma"


Describen el vértigo que causa la soledad
Por Jorge Ricardo

Jaime Mesa escribió una novela de soledad fragmentada y fría, de la orfandad y la rabia que deja desconectarse del chat sin haber obtenido nada. "Rabia fue escrita en la madrugada, tras navegar horas en la red. Regresaba del trabajo a las 11 o 12 de la noche, y abría internet unas tres horas, abría word, abría dos navegadores, mi correo electrónico, el messenger, el chat y después de revisar noticias, de inventar personalidades, de ver videos al mismo tiempo, me creaba una conciencia, exacerbaba el sentimiento de orfandad y escribía hasta las nueve de la mañana." El resultado fue un personaje de 33 años llamado Foster por su fijación a la cerveza, lleno de confusión y quien inventa personalidades en el mundo tangible como quien lo hace en el messenger, que hace largos viajes para ver a sus amantes y se acuesta con un hombre, que golpea y engaña, y cree que la vida se trata de otras cosas más que de instantes de supuesta felicidad.
"Es cansado después de un tiempo mantener una alta sintonía en varias relaciones. Porque se supone que las mujeres, las buenas mujeres, desean ser queridas y no sólo sexo. Creo que mi problema radica en que no me intereso por una noche, cada vez que inicio algo nuevo tengo la intención de que ella sea la especial, la que ame verdaderamente, la única. Pero es una contradicción desde el principio porque no termino mis lazos anteriores", piensa Foster.
La obra, ubicada en la mayor parte en Estados Unidos, describe algunas temporadas que Jaime Mesa vivió en ese país. "El asunto era: todo está bien, tienes trabajo, tienes familia, pareja, todo está perfecto, y de pronto te levantas en la mañana y dices algo hace falta, hay un vacío", dijo el autor.
"La vida se trata de cosas más abrumadoras. Se trata de despertar cada día buscando desesperadamente algo a lo cual aferrarse para no terminar con una escopeta en el mentón. Un orgasmo, un hit inesperado, un duelo de ceros entre pitchers, un te amo febril no son la vida. Ni siquiera una parte de ella. Son pretextos para olvidarse de la vida", analiza Foster.
Jaime Mesa pretendió crear un personaje que fuera la conciencia de este tiempo. "Su mayor bandera es la orfandad, la soledad, sin compromisos, donde las personas existen en tanto te sirven. No hay tiempo, porque entre más te dé el mundo antes de llegar al instante de la muerte es mejor. No hay paraíso, no hay razón ni ciencia, la ciencia te explica qué es el cáncer pero no impide que te mate."
"No hay tiempo", dijo Mesa, "y sería mejor pensar las cosas antes de hacerse, pensar la vida unos minutos, pero si la piensas puedes perder tu lugar en la fila del banco".
La soledad que tiene Foster la siente gran parte de la población, porque no hay tiempo para reflexionar sobre este vacío reciente.
Además de las situaciones descritas en la novela, Rabia se relaciona con internet a través de las sensaciones que causa.
"Navegar es tratar de conseguir cosas, todo existe ahí adentro, donde puedes controlar tu tiempo, tu vida. Internet convierte a las personas reales en ventanas de windows, si te aburres cierras la ventana, pero internet nunca te da lo que promete. Todo parece perfecto en internet, pero, bueno, tienes que cerrar e irte a la cama."
"Lo que te imaginas es muchísimo mejor que la realidad", dijo el escritor.
El vacío del tiempo produce una rabia "subcutánea", dice Mesa, que se resuelve en la amargura o en disparos hacia los otros. Foster lo resuelve de la segunda manera. Al final, con rabia cierra todas las ventanas, excepto la suya: la vida real no puede reiniciarse.
***
Así lo dijo
"Quise que el ritmo de la novela fuera vertiginoso, no perder el tiempo en largos pasajes, el lector ya no tiene tiempo de imaginar muchas cosas. En internet cualquier persona sabe casi todo."
Jaime Mesa. Escritor

Fuente: Reforma / México. Martes, 20 de mayo de 2008

domingo, 11 de mayo de 2008

Rabia en "Laberinto"

El sábado 10 de mayo el suplemento "Laberinto" de Milenio publicó el siguiente fragmento de mi novela Rabia (Alfaguara, 2008):




Cinco minutos y las camionetas de las televisoras han llegado. Además, tres o cuatro camarógrafos salen del estadio y con las cámaras encendidas recorren las calles. Alguien ha empezado a romper los vidrios de las tiendas cercanas. Primero fue un tímido lance de una piedra. Casi con curiosidad. Luego otro más ha echado abajo una señal de Dead end y con ésta parte los parabrisas o abolla la carrocería de los autos. Cada segundo se incorpora una persona al ejército de ciudadanos destrozando el orden que minutos antes se mostraba impávido. La paz se mira en un hombre que se ha quedado inmóvil. Con una mirada más cínica se podría decir que lo disfruta. Ya soy uno más. Me distingue, si acaso, esa cierta incredulidad en mis ojos. Sin embargo, diez o veinte hombres más dejan ver el mismo semblante. Una hilera de autos tumbados sobre el toldo le confiere a la escena el presentimiento de que alguien ha muerto ya. Entonces de entre los grupos aislados que rompen vitrinas o autos, destacan siete hombres que se arremolinan sobre un viejo que, en el suelo, trata de cubrirse el rostro con las manos. Sangra. Los cuerpos llegan de todas partes, cesan en su empeño por derribar un semáforo. Y entonces cae alguien más. Y otro. Son objetivos que no representan nada en particular. Contemplo aquello y aprieto los puños. Me preocupa algo. Por eso miro a mi alrededor tratando de advertir un síntoma que me cambie de lugar en esa pelea. Entonces siento un extraño odio hacia el tipo que sostiene en alto una cámara de televisión. Por mi mente ya no pasan ideas, sólo impulsos. Pienso en aquel viejo, pienso en Emilia y Beca. Tengo en la cabeza al pelotón de mujeres que necesitan algo de mí, que no pueden contentarse con la idea de que las necesite por momentos y que luego no sienta nada por ellas. Yo también quiero cosas, como ellas. Traigo a cuenta la vergüenza que acaba de hacerme pasar Emilia y todo porque me ama. Sí, al principio es una cosa de odio, desatado por no entender por qué tengo que soportar aquello, por qué tengo que explicar mi comportamiento y mi poca necesidad de ellas, de todos, comenzando con Emilia y las otras. Por qué tengo que armarme de paciencia y explicarles que simplemente no me apetece, lo que fuera, que ya no quiero seguir más. Había tenido que armar todo un ritual para desprenderme de esas relaciones. Y entonces ahí estaban con sus necesidades, gritando, haciendo escenas, como Emilia, o llorando o lo que fuera que iban a hacer las demás cuando las dejara. La rabia que siento ahora es producto de esos seres a mi lado, de esos fantasmas que aun sin su presencia física piden algo de mí cuando no estoy dispuesto a darles nada.Azoto la piedra que momentos antes me ha servido para romper el parabrisas de un Mercedes contra la nuca del camarógrafo. Enseguida voy contra otro más y de un solo golpe le tumbo la cámara. Algunos más se me unen. Han entendido las señales que un nuevo líder ha dejado ver. Los que golpeaban al anciano cesan en su intento de quebrar más huesos y se dedican a cazar a los tipos de la televisión que ahora tratan de esconderse.Imagino a un hombre, luego millares como él lo harán, que sentado a muchos kilómetros de ahí, o incluso, en uno de los edificios cercanos, se levanta enfurecido del sillón porque la imagen en vivo que filmaba un camarógrafo se ha ido. Trata de cambiar de canal. Al final se conforma con una toma aérea desde los primeros helicópteros que llegan. Yo sólo he dado el primer golpe. Luego dejo que los demás terminen el trabajo. Alguien en las noticias de la noche, con mi imagen atrás en primer plano, dirá que he atacado a un símbolo. Se olvidará de los nombres de los cinco camarógrafos heridos de gravedad y del sexto muerto. Dirá que fue un ataque contra la libertad. Pero ya no tengo tiempo para pensar. Me siento vivo. Es la primera vez que la sangre que asciende vertiginosamente hasta mi cabeza me habla. Oigo el estruendo dentro de mí, el gemido placentero de mis células gozando con el quebrantamiento del orden. Ahora vamos hacia la camioneta de una televisora. La abrimos. Alguien se ha subido y zafa la antena satelital. Goza con el crack. El conductor, que ha permanecido todo el tiempo dentro, pone marcha atrás y acelera. Un hombre muere instantáneamente con el golpe de varias toneladas sobre su cráneo. Ni a mí ni a nadie nos importa. Sólo nos montamos en el vehículo, metemos los brazos por las ventanillas. Sangre. Por fin alguien logra llegar al rostro del conductor y mete los dedos en la cuenca del ojo izquierdo.Me tomo unos segundos para descansar porque siento los pulmones pegajosos y húmedos. Al cabo de un tiempo el miedo se adueña de mí. Cuando el rostro de Emilia y de las otras se van empiezo a sentirme como un ser indefenso. Ya no participo en la destrucción. De alguna forma he cambiado de bando e imagino que alguien me verá y vendrá tras de mí como antes fueron por los que protestaban por el inicio de la violencia. Aunque sé que el único lugar seguro es dentro del ritmo de todos, ya no tengo fuerzas. Mi cuerpo ha dejado de sentir placer y no sabe cómo reiniciar el impulso. Ya no llega. Atrás de mí escucho un grito agudo que cesa con un golpe, con el estallido de una mandíbula. A la distancia distingo nuevos colores. Enseguida el ulular de las sirenas. Tardíamente comienzo a ver otra clase de hombres. Pero poco a poco las manchas oscuras, ataviadas con caretas y escudos, se abren paso entre la multitud. Ahora la gente ya no destruye autos sino que se vuelve contra los policías. Se oye un disparo. Es increíble que estén disparando, me digo. En ese instante siento el dolor en los puños y en los brazos. Observo mis nudillos y me doy cuenta del horror de la carne destrozada. Casi puedo ver las salientes de los huesos. La policía va ganando camino. Ahora hay dos camiones lanzando agua a través de una torreta que tiene el aspecto de un cañón. En el centro de la calle se vislumbra, cuando la gente comienza a dispersarse, a un grupo de tres o cuatro policías que golpea a un hombre tirado en el suelo. Debe tener unos cincuenta años. Lleva una gorra azul de los Cubs. Lo reconozco y estoy a punto de gritar que lo dejen, que se han equivocado de hombre, que el pobre desgraciado es padre de un hijo con una prodigiosa memoria. Quiero gritarles que minutos antes, u horas, porque ya no tengo conciencia del tiempo, ha estado plácidamente sentado presenciando el juego, que tenía esa mirada tan dulce mientras la ilusión de padre se le escurría por todo el cuerpo. Los policías se retiran. Van buscando otros perpetradores. Quiero acercarme pero tengo miedo. Así que sólo miro. El hombre ha quedado en el suelo. Trata de levantarse torpemente. Eso me sirve para darme cuenta que el principal impedimento es la pierna partida en dos. ¿Dónde está el hijo?, pienso desesperado porque nadie ayuda al hombre.Imagino una toma aérea donde deben verse varias siluetas penetrando sistemáticamente a la turba. En el otro extremo de la calle se distingue una marea de cuerpos desplazándose para huir. En calles aledañas se nota la llegada de varias patrullas, cierran las distintas vías. Tres más aceleran a toda velocidad para tratar de cortarle el paso a los que corren. En medio, si se mira bien, un hombre está recargado sobre un auto. Inmóvil. Soy yo. A primera vista parece que sólo soy un paseante, alguien que iba a cruzar la calle en un mal momento.Cuando el sentido común, bombardeado toda mi vida con frases puntiagudas de no atreverme a estar fuera de la ley, me empieza a decir que es mejor arrodillarse y esperar la embestida de uno de esos hombres de negro, escucho un “psst, psssst” que surge de algún lugar arriba. Casi con desenfado vuelvo la vista y veo a una mujer que sale de una de las ventanas del edificio. Aún a la distancia puedo distinguir su gordura mórbida. Muestra una preocupación honesta y hasta cierto punto seductora. Por un momento pienso en mi madre. Entonces una caravana de sensaciones salvadoras pasa junto a mí. Sé que no es del todo imposible. Foster, c’mon, man. Why do you stand there like an idiot?, el tono de la mujer ya no se presta a confusión. Sé que no he visto a mi madre en años pero que jamás podría llegar a hablar con ese acento, ella tan propia, ella tan académica, ella tan… Cuando me doy la vuelta y escucho el sonido de la puerta que da la señal para abrir, y luego me introduzco en el edificio, aún no he recordado a quién pertenece esa voz. Antes de seguir subiendo las escaleras, me dejo caer en los peldaños. El dolor en los nudillos es espantoso. Ahora ya no puedo ver ni siquiera el hueso debido a la hinchazón. Sólo quiero dormir. Ahí mismo. Entonces veo desfilar una hilera de policías afuera y con renovadas ganas me levanto y avanzo.Cuando ubico esas facciones entre los innumerables rostros de mujeres que he visto en mi vida, maldigo.Pero no tengo otra opción e incluso ésa me parece segura. Sigo subiendo sin detenerme.


Jaime Mesa

¿Narrativa joven? ¿La leemos?


El escritor Antonio Ortuño publicó el 24 de abril en la página web de Letras Libres el siguiente texto:



La próxima semana se presentará en Oaxaca una antología de jóvenes narradores mexicanos (todo lo jóvenes, al menos, que puedan ser los nacidos en el decenio de los setenta). Se llama Grandes Hits, su editor es el novelista Tryno Maldonado y le da sello la casa Almadía. Fueron seleccionados para el libro 20 autores, con el único requisito de tener algún libro publicado. Un comité de lumbreras que incluía entre otros a Pitol, Villoro, Glantz, Bellatin y Enrigue, se ocupó del palomeo. La primera noticia, sorprendente, es que existan 20 narradores jóvenes en México dignos de ser antologados. No sólo 20, además, pues la portada del libro incluye la acotación de que es un “primer volumen”. Estos son apenas una cucharada de la sopa entera.
¿Se avecina una buena cosecha de nuevas letras? El fuego de la controversia lo prendió el novelista Jaime Mesa, en un texto muy discutido que apareció en Laberinto. Mesa postulaba que aún no hay nada escrito por nativos de los setenta que valga la pena y proponía una lista de 21 autores a modo de apuesta futura. La antología de Almadía viene a sumarse a un debate que podría y debería ser divertido.
Como autor incluido en ambos listados propongo algunas consideraciones. Primero, que hacer a antologías a estas alturas es, cuando menos, prematuro. Más de alguno de los seleccionados no volverá a escribir o publicar narrativa. Alguien tómese un rato para ver qué fue de los incluidos en la Asamblea de poetas jóvenes de México, compilada por Gabriel Zaid en los setenta precisamente, mientras los ahora antologados nacíamos: hay futuros profesores, diputados, cineastas, vagabundos y borrachos pero poquitos poetas. Una antología de nacidos en los setenta es una quiniela y lo seguirá siendo durante años.
Segundo, ni este hecho que anoto ni las antologías mismas son en el fondo asuntos literarios. Lampedusa, Celine, Cervantes mismo, no habrían aparecido en antologías de sus jóvenes contemporáneos. Cualquiera podría ser el mejor escritor de la generación de los setenta —si tal título nobiliario importa, cosa que francamente dudo— aunque comience a escribir o publicar dentro de cuarenta años. Este juego de las sillas, aunque gracioso, es eso: un mero juego de azar.
Por lo pronto, y sólo para arrojar más boletos a la tómbola, agrego mi propia lista de autores que no figuran en la lista de Mesa o la antología.
1. Nicolás Cabral. 2. Héctor J. Ayala. 3. Mariño González. 4. Rogelio Guedea. 5. Fernando de León. 6. José Israel Carranza. 7. Gabriel Wolfson. 8. Jorge Harmodio. 9. Julián Herbert.

Nueva generación de narradores mexicanos


: grandes hits vol. 1
nueva generación
de narradores mexicanos


Tryno Maldonado


INTRO


01. Peligroso pop
¿A qué suena la literatura de esta nueva generación de narradores mexicanos? ¿Tiene aún ecos de canción ranchera, de corrido revolucionario, o será que aquella influencia ha sido sustituida por la violencia del hip-hop urbano y por las historias sórdidas de los narco-corridos? ¿Es todavía su majestad el rock and roll la banda sonora de nuestros narradores jóvenes como lo fue en su tiempo para la Onda, o se trata ésta de una generación que prefiere las modulaciones dóciles y tradicionales de un ensamble de cámara sin apostarle gran cosa a la búsqueda de nuevas formas? ¿Son el jazz y la fusión con sus ritmos salvajes y sincopados lo que sale de las páginas de nuestros escritores emergentes, como sucedió con el Boom latinoamericano? ¿Será tal vez una generación similar a la anterior, la de los narradores mexicanos nacidos en los sesentas, cuya obra suena todavía a chill-out y world music? ¿O probablemente sea que la música electrónica, el indie y las dulces tentaciones mercantiles del pop y del rockstar-system han marcado de alguna forma a nuestros nuevos autores?
¿A qué suena la literatura joven de México? Averiguarlo fue el objetivo de este libro. ¿El resultado? La compilación de diecinueve tracks con la banda sonora que tienen ustedes ahora en sus manos.


02. Mecánica de selección MTV
Para reunir a un grupo de narradores jóvenes que poseyeran las propuestas estilísticas y temáticas más interesantes, opté por establecer un marco de edades que iniciara con los nacidos a partir de 1970 y que cerrara con un arbitrario corte de caja en 1979, todos con al menos una obra publicada en castellano (los narradores nacidos en los ochentas merecen un capítulo aparte). Para concentrar a una generación emergente que empieza a cosechar sus primeras obras maduras, como varios han demostrado, recabé la opinión de un grupo diverso e incluyente de escritores de solvencia probada y de críticos reconocidos. Ellos fueron las voces autorizadas que avalaron la primera etapa de este proyecto basado.
La mecánica de selección –decididamente influida por el Top Ten de MTV– fue la siguiente. Los escritores y críticos que aparecen como Consejo Consultivo son aquellos que se animaron con la idea, que decidieron respaldarla y con quienes estoy en deuda por su confianza, interés y accesibilidad. Respeté el hecho de que algunos decidieran recomendar menos de los cinco nombres que les requerí –lo que incidió directamente en la formación de un cuello de botella entre “los más votados”, como sucede muy a menudo en el Top Ten: shit happens...–.

Mi Consejo Consultivo estuvo conformado como sigue:
Leonardo Da Jandra, Guillermo Fadanelli, Javier García Galiano, Eve Gil, Margo Glantz, Sergio González Rodríguez, Mario González Suárez, Patricia Laurent Kullick, Mónica Lavín, Rafael Lemus, Mauricio Montiel Figueiras, Eduardo Antonio Parra, Sergio Pitol, Cristina Rivera-Garza, Daniel Sada, J. M. Servín, Rogelio Villarreal y Juan Villoro.
La lista preliminar de recomendaciones que arrojó la votación de este Consejo estuvo integrada por más de cuarenta narradores jóvenes dedicados a la escritura de manera profesional, cada uno con al menos una recomendación. De esta primera etapa, estuve obligado a eliminar automáticamente 1) a aquellos que por edad no cumplían el requisito, y más tarde 2) a quienes habían recibido un único voto, quedándome así con una lista más cernida en cuanto a número y calidad para explorar en su obra. El siguiente paso fue leerlos a todos.
Es claro que no necesariamente los escritores más visibles son por consecuencia los más talentosos y que incluso los charts más respetados suelen estar llenos de one-hit-wonders. La mecánica de votación fue sólo una guía, un filtro objetivo y plural para tamizar el campo de mi selección. Por ello, tanto yo como el resto del Consejo Editorial de Almadía, tuvimos también oportunidad de ejercer nuestra propia votación para apuntalar a algunas autoras o autores de evidente talento, aunque quizá no tan visibles por razones varias (como el hecho de haber publicado en editoriales independientes o institucionales, por haber contado con la mala fortuna de una distribución azarosa, por vivir fuera del país, etcétera). Ésas fueron mis apuestas.
La lista definitiva, luego de muchos meses de lecturas y de un largo proceso, quedó formada por veinte narradores y narradoras. Sólo uno de ellos no pudo llegar a la fecha límite para la entrega de textos por razones que se salían de su control y del nuestro. Decidí respetar su lugar, no regalar a nadie más ese sitio que justamente fue ganado, dejarlo desierto. Así fue como al final del día me quedé con la lista de los diecinueve narradores que atienden a este libro. Los textos que entregaron son en su mayoría inéditos, varios de éstos parte de una obra en progreso o escritos exprofeso para este libro. Es con ellos, los diecinueve autores, con quien más agradecido estoy por el privilegio y el placer que significó trabajar conjuntamente en esta labor de selección y edición de su obra.
Hay que dejar claro que la intención de este ejercicio nunca fue alcanzar un enlistado jerárquico, ni vertical, ni con pretensiones canónicas ni de establishment. Por el contrario, se trata de poner sobre la mesa del continente narrativo mexicano una apuesta horizontal y diversa por un grupo de narradores y narradoras jóvenes con talento probado, tener la oportunidad de ir inquiriendo como lectores sobre los temas y las formas que estarán apareciendo en la agenda de la literatura mexicana durante los próximos años.


03. Una generación huérfana y desencantada
En su mayoría puede decirse que a la que pertenecen los autores de esta antología es una generación huérfana y dispersa. Salvo los casos de los autores con más tiempo en activo (cuando Octavio Paz recibía el Nobel los más viejos estaban cumpliendo veinte años y los más jóvenes cursaban apenas la primaria), se puede hablar de que ésta es la primera generación que comenzó a escribir y publicar sin la sombra de una figura patriarcal y hegemónica. Cuando se carece de padre, suele recurrirse al abuelo o al tío: otras tradiciones, otras geografías, pues las nuestras no ofrecen nada en particular que le quite el sueño a los nuevos autores. Para esta generación ya no es cool cometer parricidio simplemente porque no hay contra quién hacerlo. El poder patriarcal está disperso y no tiene rostro. La tradición nacional tampoco es algo que les entusiasme ni les quite el sueño.
Ésta ha sido la primera generación que recibió buena parte de su educación sentimental del plástico de una computadora, que fue arrullada con la televisión y entretenida con el joystick de un Atari o de un Nintendo. Aunque es claro que Internet ha ayudado a abrir canales de información más dinámicos y a crear la sensación de una dispersión de poder del centro (la tercera parte de los autores reunidos aquí nacieron en el DF y, cosa digna de notar, no hay presencia del sur), también es evidente que las formas y ritmos de escritura electrónica en los blogs, por ejemplo, no han permeado los discursos, que continúan siendo casi siempre formalmente dóciles y tradicionales.
A la que pertenecen los autores de esta antología es una generación llena de desencanto, que se pertrecha en el cinismo y en la indiferencia para evitar volver a ser defraudada, que ya no cree en nada porque toda su vida ha transcurrido en el engaño. Una generación a quien su país ha criado a base de grandes dosis de promesas incumplidas, una mayor que la otra, como una broma que no tiene fin. Se les prometió un orden social justo luego de una revolución que paradójicamente terminó por dar a luz al partido político que gobernó durante más de siete décadas. Se les prometieron las virtudes lenitivas y purificadoras del neoliberalismo, del primer mundo y de un orden global, que los harían verse un poco más fashion, más bonitos y menos sucios. Pero de eso nada. Se les prometió más recientemente al fin una democracia y una sucesión en el poder. Pero sobre eso, tampoco han visto muy claro aún.
De esta forma, un buen día decidieron mirarse los unos a los otros con desconfianza, hundir la cabeza entre los hombros y reírse de todo, no hacer nada, abrazar el desencanto, la poca vitalidad, el ascetismo y el tedio, reírse sobre todo de ellos mismos antes de que alguien más viniera a hacerlo en sus caras. Pero la verdad es que por dentro se mueren de angustia.
Ésta es, además, una generación que nació cuando ya todo parecía estar hecho y cuando aparentemente ya nada nuevo se podía hacer. Las formas y los temas, desde luego, estaban agotados. Todos los prefijos “post” como formas de resistencia o de novedad (post-humanismo, post-rock, post-punk, post-hardcore, etcétera), comenzaron a sonarles sospechosos. Por eso es que tal vez creyeron que su misión en el mundo y dentro de la tradición era simple: pasársela bien, no tomarse nada en serio –mucho menos a ellos mismos– y tratar de ser cada día un poco más cool. Manifestarse en contra de su propio tiempo está mal visto, mostrar empatía por causas políticas o ideológicas ya tampoco es trendy. Cuando abrieron los ojos, se dieron cuenta de que se había vendido muy bien la idea de un mercado global, un mercado que astutamente había aprendido a adoptar y a vender incluso las posturas estéticas en apariencia más radicales y contestatarias. Por eso en el presente la rebeldía y la radicalidad son lo más chic, y ellos, los nuevos escritores, han optado por resguardarse en las formas tradicionales para, bien que mal, resistir a este embate. Lo reaccionario, lo conservador, las formas probadas, la literatura de géneros (novela negra, novela histórica, ciencia ficción, fantasía, terror, etcétera) están siendo sus trincheras de resistencia. ¿Habrá una muestra más clara de lo contradictorio que resulta el espíritu de esta generación? Sólo algunos de estos narradores se han aventurado a un poco más: llevar a cabo ejercicios posmodernos de hibridación, parodiar las formas tradicionales e intentar sabotear los grandes relatos, pero ésos son los menos y sus resultados de variada suerte. Los registros narrativos son también ascéticos, algunos pretendidamente neutrales, nadie quiere ensuciarse las botas. Estamos, en su mayoría, frente a lo que promete ser una generación conservadora.
Por si fuera poco, cuando estos nuevos autores comenzaban a publicar, a alguien se le ocurrió decretar absurdamente el fin de las fronteras y de las nacionalidades en la literatura. Algunos lo celebraron, otros más se rieron con ganas, pero lo cierto es que haciendo el recuento, es un hecho que México no aparece más como tema, ni con mayúsculas, ni como factor de debate ni de tensión en los discursos de estos nuevos autores, como sí lo fue para generaciones anteriores. ¿La “gran novela mexicana”? ¿En qué canal pasan eso?
Como era de esperarse, esta generación pretende mirar a México y a la tradición desde afuera, desde un limbo –si tal cosa es posible–, o simplemente con recelo. México aparece en sus obras, pero sólo por omisión. En el mejor de los casos, los tópicos nacionales son parodiados y boicoteados desde su propio interior. Quizá haya sido para bien. Lo que ha resultado de todo esto es una literatura despojada de ideologías y patriotismos impostados, pero que no pretende en absoluto hacerse pasar por cosmopolita, ni mucho menos por “universal” o producto ready-made listo para ser traducido a veinte lenguas y ser llevado a la pantalla grande en cualquier idioma. No. En los nuevos discursos de los narradores mexicanos el individuo queda desnudo y vindicado a pesar de (o gracias a) lo conservador de sus formas, con las que no se distraen más. Lo que estos narradores exponen, sea cual sea el escenario, real o ficticio (es lo de menos, que no los distraiga el topos), son las nuevas dinámicas que ha encontrado el ser humano para entablar nexos con la comunidad en este nuevo orden global, las maneras en que se reagrupa y en que se reconoce en sociedades propias o de exterrados en otros países. De esta forma, la identidad de lo mexicano ya no es buscada con anteojeras en su propio ombligo ni en la propia literatura, como sucedía desde la novela de la revolución hasta la novela de Fuentes, sino que ahora es indagada mediante dispositivos mucho más sutiles: por efecto de un barrido de resonancia sobre el exterior que espera que le sean retornadas señas de identidad, en la silueta que proyecta sobre los otros y en las maneras en que intenta crear vínculos afectivos y de identidad con aquéllos. Un grupo extranjero afincado en Puebla con sus propios usos y costumbres (Montagner), un grupo de cazadores masai en París que adoptan a un mexicano mediante un ritual (Rodríguez), oaxaqueños emigrados a Marte (Fernández), viajeros sin tregua que viven en aeropuertos y que no tienen hogar fijo (Sánchez Echenique), individuos interconectados por una world wide web que en vez de información transmite divinidad y redención (Harmodio), un grupo de niños que se agrupan al inicio del año lectivo para entablar un pacto que los une y los distingue frente a los otros (Nettel), mundos virtuales donde se eligen y se reconforman identidades nacionales sobre pedido (Yépez), individuos que indagan sus ligas genealógicas a través de siglos y de continentes (Lomelí), un chica que sufre un desaguisado en un encuentro multilingüe en un antro de Londres (Maldonado), etcétera.
En los tracks de esta compilación, Bernardo Fernández, Martín Solares, Jorge Harmodio y Heriberto Yépez se alejan de México conjurando universos prospectivos o mirando al país con desconfianza. Yépez crea un hipotético mundo del futuro donde se es libre de elegir nacionalidad y reconfigurarla a la carta, y donde, por cierto, la preferencia por la identidad mexicana está visiblemente a la baja; la democracia, el espectáculo y las dinámicas del mercado son uno y el mismo orden que rige un mundo postglobalizado y ascético donde nadie se muestra inconforme, ni opone resistencia, ni se rebela porque ya no es cool hacerlo y, en todo caso, simplemente no hay ya contra qué ni contra quién: el poder está disgregado, tal como sucede para esta generación en una época de corporativos sin cabeza y de gobernantes mediáticos. En el universo creado por Bernardo Fernández, los migrantes mexicanos ya no sólo deben cruzar la frontera norte como ilegales para hallar un nivel de vida más decoroso, sino jugarse la suerte en un viaje espacial a Marte, una colonia multicultural de la que no hay retorno. Mientras que en el texto de Solares, México aparece como un basurero gigante e indescifrable ante los ojos de los gringos que, instigados por el miedo y la ignorancia frente a lo prójimo, sólo pueden explicarlo y explicarnos a los mexicanos por medio de teorías conspiratorias o, en el mejor de los casos, como una elucubración inefable de los extraterrestres.
Para Pablo Raphael, Bernardo Esquinca y Alain-Paul Mallard, la salida de México se realiza al momento en que miran a otras tradiciones para elegir a sus padres literarios –en dos de ellos, como en varios otros, esta salida no sólo es literaria sino física–: el primero utiliza como personajes a Silvia Plath y Ted Hughes, y el segundo a un alter ego de J. G. Ballard vuelto detective para elaborar sendos ejercicios metaliterarios; mientras que Mallard, por su parte, vuelve tema del relato la ceguera de Borges y de Joyce al rememorar la de su propio abuelo. Tanto Mallard como Guadalupe Nettel –también afincada en el extranjero– visitan la infancia con voces sensibles, bien afinadas y lúcidas que se toman su tiempo para regodearse en las cosas más sutiles del mundo: en Mallard el peligro inminente de una ceguera que va opacando al mundo, se cierne en forma de una amenaza que trastoca la realidad tal como antes era conocida; mientras que en Nettel la propia amenaza la encarnan sus mismos personajes, un grupo de niños que se colude año con año para marcar a sus víctimas y diferenciarse del resto. La angustia es vuelta rencor, hostilidad y desconfianza hacia el exterior.
Por otro lado, encontramos a Alejandra Maldonado, Juan José Rodríguez, Ximena Sánchez Echenique y Eduardo Montagner: aunque diametralmente opuestos en la manera en que conciben la literatura y la forma en que respiran sus prosas, los cuatro también deciden narrar desde el extranjero o con óptica de extranjería. En ellos tres la angustia, la amenaza de lo extraño y la necesidad de reconocerse en los otros, son puestas de manifiesto mediante sus narradores, forasteros en países que encierran diversos subconjuntos de migrantes venidos de otras latitudes. Los personajes de Montagner –caso particular– se encuentran localizados en esos subconjuntos dentro de su propio país, México. En Rodríguez, una tribu de guerreros masais cazadores urbanos de leones montados en motocicletas, ha traspasado y ha adaptado hasta el centro mismo de París cada elemento de su cultura desde la sabana de África; su narrador, mexicano, se vuelve un intruso, un elemento extraño, cuando se ve inmiscuido fortuitamente en un rito tribal que terminará por decirle muchas cosas sobre él mismo. En tanto que en Maldonado, la protagonista rebasa toda corrección política al momento de librar un conflicto babélico en Londres detonado por unos papeles de cocaína. Los personajes de Sánchez Echenique parecen los más radicales en este sentido: viajeros perennes o seres auto-expatriados sin una órbita determinada buscando validar su identidad nacional en cada nuevo puerto.
En el texto de Antonio Ortuño, el elemento discordante y extraño –y por lo mismo doblemente atrayente– que altera el orden de un universo interno preestablecido, lo pone una mujer en apariencia cándida y fría a la que le son indiferentes los deseos de la carne y la labia de un director de películas porno. Algo similar sucede en el texto de Alberto Chimal, donde la amenaza viene de afuera para una pareja que ha arreglado un pacto de esclavitud y dominación, cuyas reglas internas no guardan relación directa con la manera en que está normada la sociedad ni con sus parámetros morales, y que por lo tanto implican un peligro para la manera peculiar en que ellos ocupan el mundo.
En los textos de Julieta García González, Luis Felipe Lomelí, Antonio Ramos, Pablo Raphael y Bernardo Esquinca, la amenaza externa que trastoca lo cotidiano y provoca la angustia tiene nombres y formas específicas de animales: un perro hostil que desde la calle termina obsesionando al protagonista e invadiendo su ámbito, una leona que devora poco a poco y con aparente dulzura la mano de su domador, una serpiente que inyecta su veneno para inducirle al personaje central unos instantes de muerte, una tortuga laúd cuya intrusión representa el elemento detonante de discordia en una pareja y, finalmente, un tiburón blanco como símbolo, filmado en el momento del cortejo luego de haber devorado a una ballena. Lomelí es quien lleva a sus últimas consecuencias la salida de México hacia otras esferas en busca de identidad: su texto desarrolla eslabones, rizomas que se extienden para engarzar historias, continentes y generaciones a través de los siglos en un texto de estructura ambiciosa.
En las atmósferas creadas por Mayra Luna la amenaza proviene de algo intangible, de un alter ego malévolo, desdoblado a partir de la extrañeza de su propia corporeidad (la búsqueda de lo que parecía provenir de afuera siempre estuvo adentro). En David Miklos, en cambio, su protagonista debe articular un mecanismo de defensa ante la tristeza y la angustia que lo hacen afanarse en hallar símbolos allá afuera, en un mundo que simplemente no los posee. Despojado el mundo de símbolos, nos queda el desamparo, la soledad y la abulia, pareciera querer decir su narrador. De manera similar, Eduardo Montagner nos permite asomarnos a una antigua comunidad véneta en el centro de México, al momento en que el patriarca muere y en que de pronto el mundo, antes pasivo, rutinario y trivial, comienza a proyectar un torrente de símbolos al que cada miembro de la familia habrá de sujetarse, igual que en Miklos, para encontrarle sentido a la gramática de un mundo externo e interno que se les ha desmoronado sin más.
Quizá sea esta frase hallada en el relato de Ximena Sánchez Echenique la que dé la clave sobre la manera en que esta generación se ha relacionado con respecto la tradición y a México en general: “En efecto, cuando al fin tuve en las manos El principio del placer la ciudad de México ya se había derrumbado”.
En fin, ésta es la apuesta y éstos son los diecinueve invitados. Que valga como una polaroid grupal de aquellos autores y autoras mexicanos nacidos en la década de los setentas que están produciendo en este momento la narrativa más interesante de nuestro país. Habrá quienes hayan quedado fuera de cuadro, pero tendremos lista la cámara para una nueva toma.


Oaxaca de Juárez, febrero 2008

Publicado en Grandes Hits Nueva generación de naradores mexicanos, Almadía, 2008.

domingo, 6 de abril de 2008

sábado, 5 de abril de 2008

Rabia en Alfaguara

Sobre Rabia han dicho:

“La realidad virtual que Jaime Mesa construye en esta novela se multiplica en minúsculas y sorpresivas realidades. Rabia es todo un acontecimiento.”

Daniel Sada

"Entre el espacio de la pantalla y pantalla de la realidad, Jaime Mesa nos conecta con la soledad de la gran noche electrónica--un espacio que, no por virtual, es menos punzante o letal. Aquí se oprime una tecla y surge una máscara. Aquí la máscara te toca o te increpa. Aquí 'se trata de esperar a que la muerte llegue sin haber hecho nada con lo que soñabas'. El teclado, de eso no cabe duda, el teclado daña."

Cristina Rivera Garza