lunes, 30 de junio de 2008

"Como se olvida todo en París"

El 22 de enero de 1930 Iréne Némirovsky, luego de la publicación de David Golder, su primera novela, y del tremendo éxito que siguió, le escribió a una amiga lo siguiente:
"¿Cómo se le ocurre suponer que pueda olvidarme de mis viejas amigas a causa de un libro del que se hablará durante quince días y que será olvidado con la misma rapidez, como se olvida todo en París?"

viernes, 27 de junio de 2008

"Estamos tan enfermos de lo mismo"

El 26 de junio de 2008 el novelista Jorge Harmodio escribió esto en su blog:

"Extractos del blog de Azorín (intitulado El Escritor): 'El estilo es una cosa y el tono es otra. El estilo puede ser correcto y el tono inadecuado. ¿De qué modo se consigue el tono en el libro? Nadie podrá decirlo. / Goethe es quien señala como distintivo inconfundible del artista esa cualidad: la inquietud [...] El estilo es la fuerza vital. Hay escritores que creen que tienen estilo y no tienen fuerza vital. No son, por lo tanto, escritores. Nos dan una vida ficticia. Nada que no sea vivo puede perdurar. [...] Del libro de Dávila, descartada la virulencia, quedaba lo que debía quedar: una afirmación de vida, un alarde de fuerza [...] Hay dos clases de nombradías: las hay horizontales y las hay verticales. Las hay en extensión y las hay en profundidad. ¿Cuál será la de Dávila? Los que gozan nombradía en extensión ven su nombre y sus obras aplaudidos por todos [...] Los que gozan de la nombradía en profundidad apenas y la gozan. El área de su prestigio es muy corta. Han de sobreponerse a sí mismos, a sus desalientos, a sus caídas, para proseguir en su obra. El público los ignora. Aun la crítica independiente los discute. En cambio, si no gozan de un extenso público ahora, su obra irá perforando el tiempo profundamente y pasará cada vez más estimada, de generación en generación. ¿Cuál será el prestigio de Dávila y el destino de su obra?'
Nombradía: un plato de lentejas. Tras publicar su primera novela, Hiponarciso adquirió alas editoriales y voló el icariano vuelo del ego: quince minutos: Ícaro.Warhol: vuelo que no da nada: peor es la caída: el regreso a la realidad: me tomó un mes dejar de buscarme en google, dejar de yuxtaponer Musofobia y Harmodio para embarrar un par de pupilas enfermas en lo que se dice de mí: cortesano perfecto para tan poca nombradía disponible. ¿Quiénes son mis Dávilas? Jaime Mesa (Rabia), Vicente Alfonso (Partitura para mujer muerta), autores de novelas que salieron al mismo tiempo que la mía: novelas que comparten la pista de galgos con Musofobia: estúpida carrera en pos de ese pan bendito de los escritores: la nombradía: ¿quién pasará primero la aduana de Rafael Lemus, por qué Rabia lleva tres semanas entre las más vendidas y no Musofobia, por qué Vicente Alfonso tiene más hits en google que Jorge Harmodio? / Así se te van las horas, desperdiciándote con el ratón en la mano y los ojos colgados de esos guarismos del google de los que pende y depende tu existencia: google es tu fetiche medidor de nombradía. / Y afuera la realidad: el trabajo: un sistema de resumen automático que avanza a trompicones, una campaña de evaluación donde tu sistema de resumen correrá otra carrera de galgos (ésta científica: aunque la monombradía se vista de ciencia, monombradía se queda), ésta en pos de otras estadísticas, de otros podios todavía más lejanos: aquí el premio es el pan de cada día. / No escribes, apenas trabajas: finges. El contrato se acaba en noviembre y el desempleo te tiene muerto de miedo. La publicación se acabó en mayo y retomar la pluma te tiene muerto de miedo. El posible regreso a México te tiene muerto de miedo. Y a tu lado sientes la estela de los galgos que te rebasan: el premio es un plato de lentejas."

miércoles, 25 de junio de 2008

Coda/alka-seltzer

Dice Rodrigo Fresán: "Cualquiera que frecuente las páginas o pantallas del periódico inglés The Guardian sonreirá cómplice si se pronuncian las palabras The Digested Read. Porque The Digested Read es la columna que heredó John Crace y que John Crace ha hecho famosa con su sabia y juguetona y talentosa y flemática maldad."
Aquí una selección de Fresán de las codas que escribe Crace en sus controvertidos trabajos de crítica literaria:
* El Triunfo del estilo sobre la sustancia (Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro).
* Mc Cruel nos ofrece una McCajita Feliz (Sábado, Ian McEwan).
* Brillantemente escrito, altamente selectivo y episódico retrato de una vida pensada pero apenas sentida (Experiencia, de Martin Amis).
* Las respuestas siguen flotando en el viento (Crónicas, Bob Dylan).
* Una historia moderadamente lograda con básica habilidad (Una historia conmovedora, asombrosa y genial, Dave Eggers)
* Tan irritante, tan pretencioso (Tan fuerte, tan cerca, Jonathan Safran Foer).
* Un paseo por Manhattan tan mortal para nosotros como para el protagonista (Cosmópolis, Don DeLillo).

sábado, 21 de junio de 2008

"¿De dónde viene la nueva literatura latinoamericana?"

“La respuesta es sencillísima. Viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma bastante comprensible) miedo de trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, que sólo encubre al miedo.”
Roberto Bolaño

martes, 17 de junio de 2008

"Ya no voy a trabajar"

El 15 de junio Gonzalo Soltero posteó un comentario y un link a la página de Carlos González Muñiz quien, entre otras cosas, lleva "heroicamente a La Cifra, editorial independiente que ha lanzado textos tan buenos como Las sombras errantes de Pascal Quignard y Máquina Hamlet de Heiner Müller".

Es digno de leerse, sobre todo para aquellos que por estos días estén pensando dejar sus trabajos.

viernes, 6 de junio de 2008

Definición inexistente

El martes 27 de mayo de 2008 el periódico El Universal, en un llamado de portadilla, arriesga una definición de la generación inexistente:
CULTURA:
Lea cómo es la generación de los 70. Conozca la llamada Generación de Escritores Inexistente. Está integrada por escritores en el proceso de construcción de su obra. Ellos buscan la presencia de lo inexistente. Son una camada de nacidos entre 1970 y 1979, con más diferencias que coincidencias. Esos jóvenes que escriben desde la rebeldía y la radicalidad, que prueban todos los géneros literarios con temas donde el humano establece nexos con la comunidad ante los cambios globales, no tienen un padre tutelar; ven a México con desconfianza, cinismo y sarcasmo y ha decidido publicar desde la periferia.

martes, 3 de junio de 2008

"No creo en generaciones"

Así tituló el ensayista y académico Ignacio Sánchez Prado un texto publicado en su blog el 2 de junio de 2008.
Por su pertinencia lo posteo aquí:
No creo en generaciones
Al haber nacido en 1979, me corresponde el dudoso honor de estar en la retaguardia cronológica de esa entidad que en los medios literarios se ha dado en llamar la "generación inexistente" o la "generación de los setenta".
Esta generación ya ha sido objeto de diversos artículos críticos, incluidas muchas personas cuyo trabajo siempre leo con interés, entre ellos algunos de los narradores y críticos más brillantes: Rafael Lemus, Tryno Maldonado, Geney Beltrán y Jaime Mesa, por mencionar sólo aquellos cuyo trabajo he admirado. Como al parecer esta generación, pese a estar poblada por muchos y muy notables poetas y ensayistas, se comienza a consagrar en la narrativa, ha emergido ya una antología de cuentistas elegidos con un sistema de delegados y recomendaciones que por un motivo raro me recordó el procedimiento del Congreso en su elección de consejeros del IFE o de los interlocutores en el debate petrolero. Y ciertamente existen narradores de primerísimo nivel: Bernardo Fernández es, sin duda, uno de los talentos literarios más interesantes de México en los últimos veinte años, Alain-Paul Mallard uno de esos escritores raros y brillantes de la estirpe de Efrén Hernández y Francisco Tario y Guadalupe Nettel una escritora que parece desmarcarse decisivamente de los encasillamientos de género que han plagado a la literatura mexicana. También existen algunos fenómenos criticables que se han detectado. Rafael Lemus ha señalado con razón la dificultad que tienen muchos escritores identificados con la traída y llevada "generación" en escribir convincentemente sobre México. A esto agregaría además que existe un trabajo todavía sobrado con la prosa y un afán experimentador que rebasa todavía la arquitectura novelística. Pienso, por ejemplo, en Musofobia, donde el claro talento de Jorge Harmodio se ahoga en cierto exceso de la forma.
Una vez hecho este análisis, creo necesario enfatizar lo que me parece el problema más importante de todo esto, lo cual se puede resumir en una pregunta: ¿Cuál generación? Mejor dicho, me parece sumamente cuestionable que sigamos usando un concepto tan anacrónico como generación.
La popularización de este concepto en la historiografía literaria latinoamericana vía Ortega y Gasset, sumado a la formación de grupos culturales definidos por el término (como el 98, el 27 o los Contemporáneos mismo), perteneció a una cartografía cultural radicalmente distinta a la actual. Cuando Jorge Cuesta y compañía publican un manifiesto generacional como la Antología de poesía mexicana moderna existía un sentido de operación cultural que el concepto actual, mera categoría cronológica, no transmite.
Aunque ha tenido larga vida, me parece que la validez de la idea de generación, sea en términos de los 15 años orteguianos o la clasificación en décadas preservada por antologías como Dispersión multitudinaria o Grandes Hits, murió con la publicación de Las corrientes literarias en la América Hispánica de Pedro Henríquez Ureña, cuyo enfoque sociohistórico planteó otro tipo de entendimientos en la literatura. En esta vena, creo cada vez más que, en la línea inaugurada por el maestro dominicano, deberíamos pensar más en términos de genealogías que de generación.
Ciertamente, aparte de la fecha de nacimiento, no veo ningún punto en común entre, por ejemplo, la gozosa narrativa de José Ramón Ruisánchez, la policiaca de Martín Solares y la exquisitez cosmopolita de Alain-Paul Mallard o Ximena Sánchez Echenique. Sin embargo, si pensáramos en términos de tradiciones de la literatura mexicana, sería interesante pensar a Ruisánchez de manera paralela a otros humoristas como Hinojosa o de los momentos más experimentales de la Onda; a Solares como descendiente de la tradición de la novela negra y estricto contemporáneo de Juan José Rodríguez; a Mallard con las tradiciones más oscuras del modernismo mexicano o a Sánchez Echenique como una visión externa de la narrativa personalista de la narrativa femenina de los ochenta. Esto, creo, haría más justicia a los autores.
Asimismo, me parece muy claro que la existencia y reproducción de la idea de "generación" se debe a varios vicios culturales que urge desterrar de la literatura mexicana.
Listo algunos:
1. La necesidad de encasillar escritores en una jerarquía cultural donde el seniority adquiere demasiado peso.
2. El intento de entrar en una noción de "escritor mexicano" que ya no es operativa. Tenía sentido ser una "generación" cuando se dirimía si el derrotero de la narrativa mexicana debía ser la "Onda" o la "escritura". Con la gran variedad de producciones legitimadas en la escritura mexicana de nuestros días, estas coincidencias y divergencias carecen de sentido.
3. La noción de "generación" es proclive a intentos de consagración que, como Grandes Hits opera más sobre consideraciones institucionales que literarias. Si el libro fuera representante de una visión idiosincrática de la nueva escritura mexicana tendría una legitimidad mayor que en su encarnación actual de definidor de lo "más representativo" de la generación.
4. Relacionado a lo anterior, todo debate sobre una generación deriva en dos cosas: una anodina pelea en torno a las inclusiones y exclusiones de las distintas listas y una definición arbitraria de características en común que varía de manera caprichosa en función a lo que el crítico en turno a leído.
5. Last but not least, la noción de "generación" tiende a privilegiar un género sobre otro. La ausencia de la poesia en el debate actual y del ensayo y el teatro en prácticamente cualquier debate deja claro este punto.
En fin, espero que algún día los críticos literarios y los escritores superemos la etapa oral de las "generaciones" y empecemos a pensar más en serio las nuevas literaturas mexicanas.