sábado, 19 de noviembre de 2011

Hoy se murió Daniel Sada...

Este viernes y este sábado se murió Daniel Sada.

Mi amigo, mi padre, mi maestro... y no hay palabras... Nada. Por eso pongo este poema que siempre recitaba a la menor provocación. Sólo eso.

Imitación de Matsuo Basho

José Watanabe


Fuimos rebeldes audaces. Yo lo convencí de la nueva moral que ni aun yo tenía, y huimos sin

ceremonia ni consentimiento. Ella trepó ágilmente a la grupa de mi caballo y así cabalgamos

hasta las primeras estribaciones de la sierra. Bordeábamos los poblados y con ramas

desgajadas íbamos cubriendo nuestras huellas. Nos detuvimos en una aldea cuyo nombre

alude a la contemplada limpidez del río que la atraviesa.

Había clara luz de la tarde cuando el posadero nos abrió la pesada puerta de palo. A pesar de

reconocer en él a un hombre sin suspicacias, le mentimos nuestros nombres. Le encargué una

buena habitación para nosotros y cuidados para nuestro caballo. Ella, azorada y hambrienta,

mordía a mi lado una manzana.

El cuarto era blanco y olía a resinas de eucalipto. Aunque ofrecido con excesiva modestia por

el posadero, allí hallamos seguridad. Desde el pie de nuestra ventana los trigales ascendían

hasta las faldas riscosas donde pastaban los animales del monte. Las cabras se perseguían

con alegre lascivia y se emparejaban equilibrando peligrosamente sobre las agujas rocosas.

Ella cerró la ventana y yo empecé por desatar su largo cabello.

Fuimos rebeldes y audaces. Sin embargo, ahora nos perdonan nuestras familias y nos

perdonamos nosotros mismos. Nuestro hogar ha sido tardíamente consagrado. Eso es todo.

Nunca traicioné otras grandes verdades porque quizá no las tuve, excepto el amor que me

hizo edificar una casa, excepto el amor que nunca debió edificar una casa.

A veces pienso cabalgar nuevamente hasta esa posada y colgar en su puerta estos versos:

En la cima del risco

retozan el cabrío y su cabra

Abajo, el abismo.

(De El huso de la palabra)