sábado, 24 de abril de 2010

Hacer literatura no es un deber: Yuri Herrera

"No existe eso que llaman bloqueo de escritor. Si no escribes: o no tienes nada que decir, o no es el momento de decirlo, o eres demasiado perezoso para ponerte a trabajar. En cualquier caso no hay por qué angustiarse, el mundo seguirá girando a pesar de tu silencio. Hacer literatura no es un deber. A nadie le urge un escritor. Si uno entiende eso puede tomarse el tiempo necesario para escribir, sin contentarse con la autoconfesión o la escritura automática, formas de la calistenia. Porque el verbo más importante del oficio es rumiar; la literatura se gesta rumiando. Hay que dejar que a uno se le pudran las historias en la cabeza, que fermenten hasta despedir ese olor que indica que ya están listas para ser puestas en palabras." (Tomado de El País)
Yuri Herrera

miércoles, 7 de abril de 2010

Pere Caselin Giraud, Universidad de Salamanca: Roberto Bolaño-Diiert

Mientras unimos piezas, y buscamos editor en México para la obra del autor islandés Diiert (tres novelas, un libro de relatos, un libro de memorias y dos de varia invención), al inbox de mi amigo Álvaro Hernández le llega este correo que da una pista. Difiere un poco de otras versiones la aquí comentada por Pere Caselin Giraud. Sobre todo en la parte de que Bolaño y Diiert coincidieron alguna vez. Como está de moda que todos "coincidan" con Bolaño puede ser medio en rumor, medio en broma, medio en serio.
Este año Caselin Giraud asistirá a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Habrá que interrogarlo un poco. Quizá la Secretaría de Cultura, si logro la gestión, lo traiga para algo en el próximo Festival Internacional de Puebla junto a Claire Keegan.
Mientras tanto, aquí pongo el correo de Caselin.
Advierto lo inevitable: si Diiert y Bolaño se conocieron y ¡más!, jugaron ajedrez temo que el autor islandés se ponga de moda y, eso sí es bueno, se edite en México. Al rato lo estarán leyendo hasta los "farmacéuticos ilustrados", como decía el chileno.
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"A finales de los años setenta, en una pausa que hice tras terminar mi doctorado en la Universidad de Salamanca, coincidí en un balneario de nuestra insigne y actualmente poco valorada Costa Brava con un personaje singular. Un hombre, de aproximados sesenta años, de barba poblada y un extraño y gutural acento que nunca conseguí identificar. Durante el tiempo que estuve ahí, todas las tardes, el viejo salía de su cabaña y se dirigía hasta una caseta de vigilancia, donde solía establecer largas charlas con el velador en turno, un sudamericano venido a menos que por aquel entonces se ocupaba de la seguridad, la limpieza y otras labores non gratas. Charlaban durante horas, y casi siempre, terminaban discutiendo a gritos enardecidos por el alcohol. Traigo a colación estas memorias porque una noche -la última que pasé en el balneario- decidí acercarme a aquellos dos personajes con la intención de integrarme a lo que adivindaba era a esas alturas una juerga con todas las de la ley. Para mi sorpresa los hombres no discutían esa noche, jugaban ajedrez y se intoxicaban con mariguana. Cuando el sudamericano ganó la partida comenzóa festejar con desmesura y a burlarse de su adversario. El viejo se puso de pie y sin mediar aviso, sacó del bolsillo de su pantaloncillo corto un guante de cuero negro con el que abofeteo sin piedad a su contrincante como si lo estuviera retando a un duelo. Luego dio media vuelta y se marcho. Yo partía al día siguiente y no los voví a ver más.Tuvo que pasar una década para que gracias a los esfuerzos de un prestigiado biógrafo inglés descubriera la identidad de aquel extravagante vejete. Como podrá adivinar, era Diiert y no otro con quien me tropecé aquel verano en la Costa Brava. Pero eso no es lo más soprendente. A principio de los noventa, con motivo de mi aniversario mi hija me regaló un libro: Los detectives salvajes. Los episodios que ahí se narran y algunas notas publicadas tras la muerte de su autor escalrecieron la identidad del segundo personaje, el sudamericano aquel que una noche de verano le ganó al maestro Diiert una partida de ajedrez. Remito esta anécdota a manera de homenaje a Diiert y a Roberto Bolaño, los dos grandes genios literarios que nos heredó el siglo veinte.
Se despide muy afectuosamente de usted, el doctor Pere Caselin Giraud, profesor emérito de la Universidad de Barcelona."