lunes, 28 de diciembre de 2009

Luego del encierro de diciembre...

Algunas líneas sobre lo que leí en estos días:
El Doctor Salt de Gerard Donovan
Su primer libro me sorprendió bastante: un tú a tú entre un asesino y su víctima en una caminata por la nieve hacia el patíbulo (que en este caso era una tumba cavada por la víctima en el suelo duro). Hay conflicto bélico de la Europa del Este de finales del siglo XX. Esta novela se aleja del tema, estilo y técnica del anterior. Desconcentra si uno se quedó con la impresión fatal del primero. Hay mucho humor negro, crítica hacia el sistema (gobierno, laboratorios farmacéuticos) pero sobre todo una muy buena apuesta por la liberación de la conciencia. Eso de los universos paralelos en una sola persona. Bien.

Recorre los campos azules de Claire Keegan
La editorial argentina Eterna Cadencia con una subvención de Ireland Literature Exchange de Dublin publicó en 2008 este libro de cuentos. Sólo 500 ejemplares pero ya en la primera reimpresión. The Guardian para definir este libro dice: “Keegan toma los clichés de la vida rural irlandesa y los hace arder”, lo cual para el público latinoamericano no dice nada porque realmente no podríamos saber cuáles son los clichés de la vida rural irlandesa. Y sí, se pueden intuir. La quietud, las historias familiares, las casas aisladas, la rutina de las madrugadas, la vida quieta, que, en dado caso, es similar a las vidas rurales de muchas partes. Quizá, por eso, fue la parte a la que presté menos atención. Lo realmente importante es la mirada concentrada de intención de esta autora. Toma a los personajes, a las situaciones, a los finales desvanecidos en un puño y los va soltando poco a poco como si fueran granos de sal. No hay una nueva forma de contar, son textos tradicionales pero que aún nos recuerdan que, quizá, entre lo más difícil sigue estando contar una historia. Isaí Moreno me decía hace poco que probablemente este nuevo interés por “contar raro” y experimentar (sin haber conseguido una cima tradicional aún) se debía a eso mismo: a lo difícil de contar una historia. No son historias simples, aclaro. El subtexto, lo que no se cuenta, la segunda línea es terrible. Un buen libro y una sorpresa perdida entre tanto y tanto título nuevo.

Beat the Reaper (Burlando a la Parca, en la edición de Anagrama) de Josh Bazell
Le tenía muchas ganas a este libro por haber leído el capítulo inicial en internet. La velocidad, la inteligencia para ir soltando la información, el relato del detalle aparentemente superficial (un párrafo donde el protagonista describe qué huesos y qué ligamentos le está destrozando a un tipo que lo asalta) y esa calma fría para contar son atributos deseables. Es decir, es el pulso cómo se cuentan las historias en esta primera década. Me gustó esa despreocupada profundidad del narrador protagonista. Además, tenía algunos dejos de The Sopranos que me hacían imposible evitar la lectura. El libro ha estado en varias listas de “los mejores” y todo. Sin embargo, rumbo a la mitad, todos esos atributos “veloces y fríos” se hacen una carga. Hay un par de idas al pasado del personaje que aburren un poco (incluso esa ida a los hornos de cremación nazis) y el autor se preocupa mucho por el pasado cuando lo que parecía importante: un presente donde este protagonista que es testigo protegido luego de estar en la mafia tiene como paciente a otro mafioso que le dice: “cúrame de este cáncer que me está matando o te delato”. Pero, bueno, bien.

La isla de los perros de Daniel Davies
Un tipo que luego de tener éxito en su trabajo renuncia a todo para volver a casa de sus padres para cultivar su pasión: buscar gente teniendo sexo en lugares públicos. Me gusta la entrada donde anuncia que en Londres ya no ocurre nada y critica a la gente que sigue pensando que las grandes ciudades: París, Berlín, New York, Tokio, son el centro del mundo. Él prefiere la provincia porque ahí realmente está la vida. La novela se presenta como un manuscrito escrito por un tipo que comparte habitación con el mismo autor Daniel Davies (luego de que éste es atacado por unos adolescentes en la calle). Davies revisa el texto que básicamente cuenta la historia de la vida del otro convaleciente y se ofrece a publicarlo luego de una limpieza editorial. Tiene prólogo donde se cuenta esto y un epílogo. Quizá sólo el tema sea un tanto radical, la manera de contarlo no. Y esto me entusiasma. Lo importante, para mí, es que la voz narrativa, el tema sexual, la intuición de soledad y cinismo se acerca mucho o comparte muchos ángulos con Foster, el personaje de mi novela. Esto no es relevante para nadie más que para mí, pero tomando en cuenta que esta novela, como la mía, salieron en 2008 en lugares distantes y que no pudo haber ningún indicio de lecturas previas, refuerza la idea de que en muchos lugares se está escribiendo la misma novela. Es, casi, como los escritores de las series de televisión que reúnen sus mentes para un objetivo en común. Claro, aquí se está haciendo en soledad cada uno por su parte.

La absoluta perfección del crimen de Tanguy Viel
Esta novela de 2001 fue publicada originalmente en Les Éditions de Minuit cuando el autor tenía unos 26 años. La historia narrada, otra vez, en primera persona, cuenta un robo a un casino. Ya lo hemos visto muchas veces en Hollywood y en otras películas francesas. El plus, claro, es la conciencia del narrador protagonista, sus observaciones pero, sobre todo, la estructura a partir de la mitad de la novela donde empieza a contar o a recrear lo que sucedió luego de la entrada al casino el 31 de diciembre: lo hace desde la mirada del cautiverio porque la Policía le hace recrear los pasos para conocerlo mejor y capturar a quienes siguen prófugos. Los cabos atados al final durante la venganza también son inteligentes y precisos. Creo que, de cualquier manera, lo grande de esta novela es el título.

Gran Sertón: Veredas de Guimaraes Rosa
Esta nueva traducción de Florencia Garramuño y Gonzalo Aguilar publicada por Adriana Hidalgo este año es simplemente espectacular. Si la novela, un largo monólogo para revelar el Sertón brasileño, la identidad, es ya por sí mismo un lujo, el lenguaje, ritmo y la eliminación de referencias a pie de página para explicar los 8 mil vocablos intricados que usa Guimaraes le dan una vuelta de tuerca a esta novela excepcional. Para mí, un plus fue revisar los manantiales desde donde otro gran autor, este mexicano, Daniel Sada abreva. Sada logró desmontar el tono de ese narrador entre letrado y salvaje que es Riobaldo para dotarlo de un humor, una perspicacia y una violenta velocidad entre pausada y rápida cimentada en el lenguaje. Porque parece mentira la verdad nunca se sabe de Sada y el Gran Sertón de Guimaraes comparten muchos puentes y sobre todo son cimas de la literatura mundial. Leer a Guimaraes es repasar toda la literatura de músculo, de complejidad estructural y de personaje, donde las historias se superponen de la mano de una narrador que lo puede todo.

Señales que precederán al fin del mundo de Yuri Herrera
Una novela que narra la historia de un personaje en busca de algo (su hermano) y que sale de México hasta llegar a Estados Unidos. Nada más y nada menos. Sin embargo, son las 123 páginas más poderosas que haya leído en la literatura mexicana en mucho tiempo. Hay dos puntos que la hacen sobresaliente: la capacidad del autor para resolver y observar el espíritu de estos seres mutantes en que nos estamos convirtiendo. En la narración de Yuri se notan las cicatrices de su vida. Pero no es la historia del dolor de su vida si no la concentración de ese aprendizaje para revelar zonas que son imposibles de mirar desde otras perspectivas más “sanas”. Para escribir una novela como ésta un autor debe vivir mucho. No en años, aclaro. La sintonía conseguida por Herrera es dura, expansiva. Desde un punto específico el narrador abre la historia a través de una historia lineal que no tiene complicaciones artificiosas de estructura o de puntos de vista. Hay un solo punto de vista que tiene la intensidad y las complicaciones de una mente tan afinadas que puede con una sola mirada explicar el mundo, al menos su mundo. El lenguaje es otro hallazgo. Un lenguaje inventado por Yuri Herrera y que le pertenece exclusivamente a él. ¿Hace cuánto no se leía un estilo tan inconfundible? Y que no haya equivocaciones, no es un lenguaje rebuscado o con pistas fáciles de seguir. Parecería un lenguaje normal, entre literario y oral, pero que trasciende por la naturalidad, la eficacia y, paradójicamente, la experimentación que lo dicen todo de una forma clara y precisa. Gran novela y, creo, la primera pieza importante de la generación de los nacidos en los 70 en México.
*
En espera de una reseña:
Morirse de memoria de Emiliano Monge: un intento arriesgado y sólido de reconstruir la memoria alrededor de un fenómeno. La narración se sostiene por el ritmo, por la estructura. La pasión que el autor deja ver en la escritura es el plus.
Habla de lo que sabes de Geney Beltrán: relatos donde nada falla. Precisos, fruto de una madurez intelectual notable.
Los puentes de Königsberg de David Toscana: el ejercicio que desde hace mucho tiempo ejerce Toscana donde elimina las reglas y juega me gusta bastante. Aquí, hay una idea que vale oro: la narración de varios planos temporales en un solo plano espacial.
De los niños nada se sabe de Simona Vinci: si bien estuve a punto de abandonarlo tras las primeras 30 páginas, la parte intermedia y el final son terriblemente deliciosos. Andrés Barba quizo hacer algo similar con Las manos pequeñas pero aquí la intensidad se cumple y destruye los prejuicios acerca de los juegos sexuales entre niños al convertirlos en literatura: es decir, ese lugar desde el cual se puede revisar el mundo higiénicamente pero donde algo dentro de nosotros se quiebra. El final es simplemente aterrador.
Zonas húmedas de Charlotte Roche: cinismo a más no poder pero luego de la vigésima descripción escatológica me rendí. Pensé que había otra intención, un conectarnos con lo animal, un revelarnos como lo que realmente somos y que se nos recuerda cada vez que nos sentamos en la taza del baño o tenemos una nueva urgencia sexual. Sin embargo, la autora rompe un límite que no necesitaba ser roto y deja impecables otros que habría que explorar. Se cae.
Fútbol de Mariño González: desde los relatos de "Vietnam", Mariño demostró ser capaz de contar historias a través de un estilo que parece neutral pero que en su nivel de percepción tiene sus mejores atributos.
Lágrimas de Newton de Daniela Bojórquez: resultón.