Recuerdo la clásica escena de un hombre casado que va a la tienda por cigarrillos y no regresa jamás. Leí la escena en Rabbit, run, la primera novela de Updike que tuve en mis manos. También recuerdo el momento en que Conejo deja caer a su hijo mientras lo baña y es testigo del ahogamiento. Ambas escenas son, ahora, leyendas urbanas. Y son nada más un par de muestras de la capacidad observadora de Updike que conocía la identidad norteamericana como pocos.
Recuerdo leer a Updike como si leyera a John Irving pero descubriendo una perspectiva más mordaz, más seca, más amarga.
Pienso, también, en la última novela que leí de él Terrorist y por hoy me guardo mi comentario.
El Conejo murió a los 76 años de cáncer pulmonar.
Ganó el Pulitzer dos veces.